HUBO UN tiempo en que me creÃa la mejor poeta del mundo, pero comencé a leer. Lo primero que descubrà con desilusión es que los poetas clásicos utilizan docenas de miles de palabras que yo no utilizaba, lo que me hizo sentir por primera vez una gran inferioridad. Pero seguà leyendo: descubrà que la prosodia de los grandes poetas era mucho mejor que la mÃa, porque ellos no solo se fijan en las palabras o los versos o las estrofas, ¡se fijan también en los acentos, los fonemas y las sÃlabas! Con la autoestima ya muy tocada, masoquista de mÃ, seguà leyendo: ¿os queréis creer que descubrà que los poetÃsimos, cuando escriben "rosa", no quieren decir siempre rosa, sino que la usan como sÃmbolo de dios sabe qué selvas o laberintos? ¿Os queréis creer que averigüé que muchos poemas de los maestros ocultan una cosmovisión para cuyo discernimiento puede ser necesario conocer tal corriente filosófica o tal libro de Wittgenstein o Heidegger? Como podéis imaginar, para esas alturas ya habÃa pasado de creerme la mejor poeta del mundo a creerme una poeta solo mala. SÃ, habéis oÃdo bien: de momento "solo" soy una poeta mala. Porque sigo leyendo, lo que significa que pronto seré peor.