El mar de Madrid


Inmigracias por el rostro resuelto y violeta
.....cortado a ladrillo y espinaca. 
Inmigracias por el trazo nervioso y fugaz
.....de vuestros pumas reniños e insonoros.
Inmigracias por la uva fresca subiendo
.....culebra y a gatas de trilce a vallenato.
Inmigracias por tu lima y quito cantando
.....en la silla su nueva canción de la naranja.

Vosotros sois la peonza fresca y la pulpa
.....alegre en la manzana ya percutida.
Vosotros sois el peligro ansiado y el grano
.....de viento en el trigo monocromo.
Vosotros sois otros sueños bebéis otros vinos
.....pintáis otros blancos otras maderas.
Vosotros me dais el fósforo me curáis
.....el teclado me llenáis de luz el portafolios.

Vosotros sois la rabia de la berenjena.
Vosotros sois el lunes asombrerado.
Vosotros sois la tensión y la vida.

Vosotros sois el mar de Madrid.





MI FORMA de estabilidad es el a-punto-de. No sé estar en pie ni nadar ni triunfar en esta existencia, pero cuando me pongo a punto de caer, a punto de ahogarme o a punto de rendirme, me hago fuerte y puedo durar en ese estado durante años, cuarenta y nueve para ser exacta, sin llegar a caerme ni rendirme ni ahogarme.



AFIRMAN LAS ramas centrales de la filosofía que quienes no saben controlar sus pasiones son seres débiles, pero la verdad es justo la contraria: a) que solo controlan sus pasiones quienes carecen de ellas, b) que la pasión es síntoma de energía, y c) que la apasionada siempre ha sido perseguida porque es una persona creadora y cambiante, con una sobrevida que puede volverse peligrosa, pues amenaza con desordenar los rebaños.

El "borges"


EXISTE EL español y existe el borges. La tendencia de la lengua ibérica al pleonasmo, a la retórica, a lo impreciso, a la multiplicación innecesaria de sinónimos y metáforas, encuentra en Borges su más acabado enemigo. El idioma también cuenta con algunos cultivadores de la poquedad (Baroja, Camba, Bolaño), incluso estetas de la poquedad (Azorín), pero nada que ver con la perfección de este barroco herreriano, si se me permite la antítesis, que posee el cubo de las facultades prosísticas: nadie dice tanto como él, con tan poco, y a la vez de forma tan hermosa. Maestro en el lucirse por no lucirse, en la belleza del contenerse, cuando entras en sus páginas prodigio de música matemática te das cuenta de que no están escritas en español: el Borges es otro idioma al lado del idioma.

EL HIJO DE PUSKAS, cap. 6: Mil bombarderos por minuto


A LOS catorce años me levantaron el veto de la minoría de edad y comencé a participar en las conversaciones de alta política de los mayores. La primera prueba llegó en la comida que se celebraba en las fiestas patronales de San Miguel. A la hora del postre y el café, se debatió sobre quién ganaría una guerra entre americanos y rusos. La discusión era un clásico de todos los años. La comenzaba mi tío Txomin, el americanófilo:

—El americano está preparado. En cuanto llegue la guerra, el americano cierra las empresas, las escuelas y hasta suspende el campeonato de béisbol. ¡Todos a fabricar bombas! ¡Látigo! Lo mismo los niños que las mujeres. ¡Bombas a punta pala! ¡Doscientos cincuenta millones de personas trabajando de lunes a domingo en dos turnos de doce horas! ¡Mil bombarderos por minuto!
—Muchos bombarderos por minuto me parecen —le contestaba Dámaso, el rusófilo—. Que tengan cuidado con tantos bombarderos, porque no van a caber en el cielo.
—¡Se ancha el cielo si es necesario! —se sulfuraba Txomin—. El americano no se para. ¿Hacen falta un millón de fusiles para el jueves? Se hacen un millón de fusiles para el jueves. ¿Hacen falta cien mil carros de combate? Ahí tienes tus cien mil carros de combate. Sin fallo. Tecnología californiana. En un día.

Yo esperaba mi oportunidad. Me había preparado para esa fecha como para un examen, aunque debía esperar a las intervenciones de los mayores. Ahora era el turno de mi tío Dámaso, el prorruso. Dámaso comenzó recordándonos la bañera a treinta grados bajo cero en la que metían, nada más nacer, a todos los bebés rusos. Luego entró en detalles:

—El ruso se ríe de las bombas. Según se ve, esto está demostrado, el ruso puede caminar sesenta kilómetros al día sin comer nada. Nada. Ni un poco de chorizo. El ruso está enseñado. No siente el dolor. Y tienen a Siberia…

Aquí, en el momento en que citó “Siberia”, Dámaso recurrió a uno de sus trucos de orador: se levantó, fue hasta la puerta, se aseguró de que estuviera bien cerrada, y luego, al volver a sentarse, bajó la voz hasta extremos casi inaudibles:

—Nadie sabe lo que hay en Siberia. Nadie. Ni el mismo ruso lo sabe. No hay mapas. Según tengo entendido, allí no puedes alejarte un metro de tu casa. Algunos rusos han salido en busca de un poco de leña y no han vuelto más. Nunca se encontraron sus cadáveres. Esto es cierto. El americano puede llegar a Moscú, pero en cuanto llegue a Siberia…, ¡mecagüen sos! ¡Adiós John Wayne! ¡El fin de América!

Y dibujaba un panorama catastrófico, donde los bombarderos americanos avanzaban triunfales por territorio ruso hasta que alcanzaban Siberia. Allí empezaban a fallar las comunicaciones por radio y los pilotos, enloquecidos, se precipitaban contra el suelo o acababan disparándose entre ellos hasta hacer, como él decía, “mermelada de americanos”. Pero entonces mi tía Águeda dijo:

—A mí me gustaría saber qué opina Alberto sobre esto.

Era mi momento. Me sentía como en la primera comunión. Todos me escuchaban con esa sonrisa condescendiente que ponen los mayores con los que se estrenan. Venía precedido por mis ristras de sobresalientes en la EGB y por una fama de niño mágico que ya leía los editoriales de los diarios con sólo nueve años. Pero había que demostrarlo. Hablé:

—Para empezar, entiendo que la guerra se desarrollaría de acuerdo a la Convención de Ginebra y se efectuaría con armamento convencional, porque, en caso de guerra nuclear, tanto los estadounidenses como los soviéticos poseen arsenal suficiente para destruir varias veces el planeta. En una hipótesis atómica no ganaría ninguno de los dos, sino que vencería la muerte y desaparecería la humanidad. Partiendo de que la guerra se desarrollaría con armamento convencional, la Unión Soviética dispone de mayor arsenal bélico, mayor número de aviones de guerra y superioridad espacial; los Estados Unidos, en cambio, disponen de superioridad marina y tecnológica. El ejército de la Unión Soviética está formado por cinco millones de soldados frente al millón y medio de los Estados Unidos, pero estos están mejor equipados y entrenados. También habría que considerar las alianzas: los Estados Unidos contarían con la OTAN, la mayor organización militar del mundo, muy superior a los países que conforman el Pacto de Varsovia, pero no hay que olvidar que países con la importancia geoestratégica de China, Cuba, Nicaragua o los que integran la Liga Árabe actuarían en favor de los intereses soviéticos. Se debe tener en cuenta también lo difícil que sería para los dos países la ocupación del territorio enemigo: los Estados Unidos jamás han sufrido la presencia de tropas extranjeras desde que lograron la independencia, salvo una estadía coyuntural del ejército francés en el siglo XIX, y tuvieron el acierto de comprar Alaska a los zares hace un siglo, territorio que les protege de una posible incursión por el Estrecho de Bering. Los soviéticos, por su parte, poseen un territorio inabarcable, casi diez veces mayor que el de su enemigo, y cuentan con el general invierno, factor contra el que se estrellaron Napoleón, Carlos XII o Hitler. La guerra, en definitiva, sería larga, costosa y, ganara quien la ganara, sólo traería el debilitamiento de los dos países en favor de Japón, Alemania o China, que se postularían como las nuevas superpotencias.

Me callé. Todos me miraban de hito en hito. En sus miradas comprobé el impacto tremendo que había causado. Nadie hablaba. Sólo mi primo Aitor se atrevió a decir una palabra, una sola:

—Ostras.

De pronto se armó el gran revuelo. Mis tías comenzaron a felicitarme. Ya me veían de conferenciante, de estadista, de capitán del mundo. Al otro lado, mi tío Txomin y mi tío Dámaso no decían nada. Estaban avergonzados, humillados. Sólo al final, no pudiendo resistir mi victoria, el tío Txomin dijo:

—Si hubiera tenido las oportunidades de este chico, quién sabe qué personalidad no habría sido yo. Un Churchill, por lo menos. Un Kissinger.

La modernidad caía a plomo sobre ellos. Y la modernidad era yo. Todos los saberes mechados de costumbre y superstición iban a ser aniquilados por mis sucesivas intervenciones en los cafés de aquellas fiestas. La Lauros mágica, el producto de cien generaciones de campesinos, iba a ser aplastada por mis libros de Anaya, Edelvives o el pequeño Larousse que me había comprado por mi cuenta.

Qué feliz era entonces. Me veía como la superación de aquel mundo en derrota. Me creía Dios por dármelas de sabiondo entre aquellos aldeanos que sólo habían ido unos pocos años a la escuela.

Qué tarde aprendí que el único saber posible debe ser creativo.

Qué tarde descubrí que mi única posibilidad de resistencia a la uniformación era la recuperación de mi Lauros mítica. Que mi única posibilidad de ser auténtico pasa por rescatar los mecanismos creadores de aquellos seres geniales.

Qué iba a saber yo entonces.


Solo libertad


Solo ensuciar la chaqueta metálica de la noche
..........hasta que salte el leopardo que duerme en la avellana.
Solo agitar la corbata planchada de los relojes
..........hasta que estalle el cristal que defiende la prosodia.
Solo escribir como si fuera la última vez.

Decir, por ejemplo:
El coche que mató a Lady Di daría para un buen anuncio
..........de acordeones.
Decir, por ejemplo:
Me gustaría coger una ola tan alta como el largo de tu pelo,
..........y correrme despacio en tu cara
..........como si fueras una activista de Greenpeace.

Solo atacar las hebras nerviosas del aire
..........como si cada día fuera el colmillo sediento de un perro.
Solo crujir el teclado de las ocho horas
..........con la serpiente de madera de tu maldita ambición.
Solo soñar.

Decir, por ejemplo:
Aquel muchacho aprendió tanto aquella noche
..........que su cerebro ya no cabía por las puertas
..........de El Corte Inglés.
Decir, por ejemplo:
El escote de Rachel Welch ofrece espacio de sobra
..........para que vivan dos avispas y tres clavicordios.
Decir, por ejemplo:
¿Es cierto que el rey vendió a su padre? ¿Es cierto que el
..........rey mató a su hermano? ¿Es cierto?

Solo atajar las líneas rectas de los funerales y crear
..........nuevas variedades de ruido.
Solo gritar sin que pidan gritos y comer carne de ciervo
..........por ninguna necesidad.

Solo libertad
dentro del poema
solo libertad
solo.

Por si acaso


POR SI acaso. Porque nunca se vio césar derrocado por un verso o guerra detenida por un libro, pero por si acaso. Nunca se curó la enfermedad con una metáfora ni cedió el hambre con un adjetivo, nunca se detuvo un banquero ante una coma ni temió un general el alfabeto fenicio, pero por si acaso (seguiré escribiendo. seguiré intentando. aunque la literatura no pueda. aunque la palabra no alcance. aunque mi voz no sirva. contra los fabricantes de muerte. por si acaso.)

Diez centellas


• • • Me iría mejor en una existencia sin coexistencia.

• • • Las niñas que no fuimos felices nunca os dejaremos en paz.

• • • Existen mejores maneras de tratar el tiempo que la de aprovecharlo.

• • • Lo que no le interesa a una niña a mí tampoco me interesa.

• • • Las alas no se fuerzan.

• • • Mejor que huyas de los concursos de sinceridad.

• • • Al conjunto de nuestros defectos fosilizados se les llama “carácter”.

• • • No me compares a las chicas que caminan en redonda con las que caminan en cursiva.

• • • ¿Tú también prefieres escribir poemas malos que leer poemas buenos?

• • • Lo único que me molesta del viento es que agite las banderas.


Un loco que se cree Batania


Cada vez que mi verso
se pone en los tacos de salida
siento una muchedumbre
de voces en la cabeza, siento a mis
bisabuelos y abuelos
muertos y analfabetos
mirando por encima de los hombros,
siento a mi padre, que aprendió a golpes
la lengua castellana, siento a más
de cien generaciones que me observan,
que me examinan
con la mirada dura de tanta hambre,
de tantos siglos mudos
que debieron pasar para que alguno
de sus hijos tomara la palabra,
la palabra desnuda,
la palabra increíble, la palabra.

Por eso pido excusas
a todos los poetas,
pero no quiero escribir
como se hace ahora,
como si la palabra no sirviera.

No quiero escribir entre líneas
sino escribir las líneas solamente.

No quiero perseguir a la belleza
sino hallar palabras
que se dejen poner detonador.

No quiero escribir versos:
lo que quiero es llenarlos de caballos.

No quiero sugerir
sino morder con rabia,
con la rabia insaciada del que sufre
lo tarde que llegó su primera vez.

Decir por qué murió la libertad.
Por qué nos cancelaron la justicia.
Escribir
como si el poema
fuera aún importante,
y portarme yo mismo como un loco
que se cree Batania.


Eurípides te salvará la vida


UNA DE las anécdotas más bonitas que he leído nunca es la que refiere Plutarco en el Nicias de sus “Vidas Paralelas”, según la cual algunos soldados atenienses capturados por los sicilianos salvaron su vida porque sabían de memoria versos de Eurípides. Era tal el prestigio de este trágico en Sicilia (no así en Atenas, al menos en vida) que los vencedores dieron de comer y hasta liberaron a los prisioneros que eran capaces de recitar algún trozo de su obra. Esta anécdota suelo traerla mucho a colación cuando me vienen con la recurrente pregunta de para-qué-sirve-la-poesía, pregunta que me molesta porque parece que la poesía necesite valer para incluir en un currículum, igual que los títulos, los másters, los idiomas o la informática, y en caso contrario para-qué-perder-el-tiempo-en-ella, y siempre respondo que su utilidad depende de la posición que haya conquistado en cada lugar y momento histórico. Dice Octavio Paz que así como existen muchas culturas que no han conocido la filosofía o la novela, en cambio hasta en la tribu más perdida de África o la Amazonia existe poesía, lo mismo entre los comanches que entre los esquimales, constatación esta que me hace decir a veces que la poesía, más que útil o necesaria, es inevitable. Pero existen sociedades cazurras donde no goza de mucha importancia, y la poca importancia se prueba precisamente en que te vengan con la pregunta de para-qué-sirve, y en cambio existen otras sociedades donde disfruta o llegó a disfrutar de la más alta. Tanta, que hasta podías salvar la vida si te sabías de memoria versos de Eurípides.



Historia de la primera pintada maricrónica


Ni los libros ni los bares ni las pantallas interneteras llevan la poesía a la gente, me dije mientras le daba vueltas al segundo hemisferio de mi peonza, no sopesando las ideas sino empujándolas hasta la nuez del fondo, hasta el núcleo: lo que sucede realmente es que todo el mundo hace versos para gente que hace versos y ahora, socializadas las nuevas pistas de aterrizaje, desde el más poetísimo al poeta más cariado puede llegar a los otros poetas, fijaos bien en lo que digo, los poetas forman tal plaga de langostas que hacen la ilusión de público pero no hay tales carneros, seguimos sin llegar al ciudadano, la palabra gente sigue siendo un megaterio. ¿Quiénes acuden a las secciones de poesía de las bibliotecas o librerías salvo nosotras? ¿Quiénes abren blogs y quiénes los leen salvo nosotras? ¿Quiénes van a los bares de poetas salvo tú y tú, joder, si ya os vi el otro martes, si es siempre la misma flecha y la misma diana, siempre las mismas?

Llegado a este punto quise hacerme las preguntas definitivas. ¿Existe una manera de llegar con poesía a la gente que no acude a la poesía, que es casi todo el mundo? ¿Se puede llegar a Jaime el del cuarto, a Rafaela la del ático, al carnicero y a la abogada, incluso a los gatos y a los mirlos, aunque para ello no deba convocarles sino acudir hacia ellos, no citándoles sino saliéndoles al paso, casi agrediéndoles? Puestos en esta tesitura pensé, ya con el colmillo alegre, ¿existe una modalidad de poesía donde cada error de la poeta merezca un castigo, una modalidad que evite el blablabeo y se recuperen las ventajas y desventajas de la censura? ¿Donde cada acierto no signifique nada y cada fallo 3000 euros de multa de la policía? Y ya en el colmo de la masturbación: ¿sería posible que a la sola vista de mis versos la gente no solo aprobara sino dijera algo más fuerte, un “ESTA TÍA ES LA PUTA JEFA” o, puestos a desaprobarlos, no se quedara en una mera negación sino en algo más agresivo, un “QUÉ HIJADEPUTA LA QUE HA ESCRITO ESTO, QUE PINTE EN SU PUTA CASA”?

Serían las tres de la madrugada cuando me vinieron los deseos de correr: yo solo quiero eso, me basta con ser un segundo más joven que ellos. Había comprado tres aerosoles Pinty Plus de color negro mate, dos euros cada uno, y me fui a la calle Los Pajaritos, donde había visto una pared a la que caía bien (pero no: no es cierto que me guiñara un ojo). Mientras le hacía esta pintada, No quieres hacer la vida que te toca, no paré de mirar histérica a todos los lados, pues solo empecé a disfrutar del miedo veinte grafitos más tarde, y con los nervios ni siquiera advertí que había escrito la Q sin el rabito, igual que la O, y parece que digo “ouieres” en vez de “quieres”. Era la primera de mis 3261 pintadas, fea como todas y grande como fueron las primeras quinientas en las paredes, como pensadas para personas con la prueba del oculista sin superar. Recuerdo que volví a casa muy contenta, como si hubiera matado un cíclope o hubiera rendido Cartago. Ya he dicho que solo quiero correr: yo solo pararé cuando vea a mi padre. Era el 13 de marzo de 2007.


¿No?


No me pasa nada,
solo que de niño me tragué un barco
y todavía escucho en mi vientre
los alaridos de los marineros;
solo que de joven
me besó una mujer-salamandra
y aún conservo en la frente
las cenizas de sus labios;
pero no me pasa nada, os juro
que no me pasa nada,
a lo sumo una leve herida en la ceja,
a lo sumo un temblor en el radio
que se irá enseguida porque 
soy un hombre fuerte, sin duda
soy un hombre sólido, sin duda
no soy de esa clase de hombres
solos
tristes
torpes
frágiles
llorosos
y cobardes 
¿no?

Autorretrato


ESTA QUE que veis desgarbada, sin percha ni hueso ni nada prominente salvo su pituitaria, que sostiene que su fealdad es una belleza “a la que aún no ha llegado su momento” y prepara una tragedia en la que Picia asesina a Esmeralda,

esta cuyas luchas casi únicas son las intestinas que mantiene en la asamblea de voces que es su cabeza, en la que no se respeta el turno de palabra, tan confusa que a veces se prohíbe hablar consigo misma para evitarse malentendidos,

esta que alardea de haber pintado 3217 graffitis en las paredes y cubos de basura de Madrid, y reta a la policía madrileña a que cambie sus agentes por otros del equipo jamaicano de atletismo, con el fin de que tengan alguna posibilidad en las persecuciones,

esta que se ve a sí misma rojísimamente ferocius, al modo de una Hipólita del aerosol o una Judith del rotulador permanente, como si sus frasecitas de miel de azúcar hubieran tumbado algún gobierno o fueran el insomnio del Ibex 35, 

esta que escribe con un tenedor de verdad y cuatro cucharas de mentira, siempre arrimada a su antena hiperbólica, con la que ha presentado una versión del amor muy parecida a caminar desnuda entre francotiradores por las calles de Beirut,

esta que mira con ojo fenicio a las mujeres tóxicas, a las que se acerca con la miserable idea de convertirlas en poemas, pues se le ha oído decir en las tertulias, con frío cinismo de esquimales, que “si una mujer no es capaz de hacerte daño, nunca se volverá inolvidable”,

esta que es sissy travesti y tan andrógina que, emplazada por algunas chicas a que demuestre con hechos las insinuaciones eróticas que les lanza por WhatsApp, a la hora de la verdad se da a la huida, dejando su masculinidad más cuestionada que la Sábana Santa,

esta que se ha hecho llamar Batania Neorrabioso y también Juan Cachicuerno, Joe Globetrotter, Victor Stromboli y El Burro Burrosqui, y aún se enfada y retira la palabra a quienes no le llaman por su último nombre, como si fuera sencillo recordar cuál está en vigor durante la última semana,

esta que gusta de mirarse al espejo con sus propios ojos e insiste en ver a una reina donde los demás solo ven a una meteca, una loba solitaria donde los demás solo ven a una cordera asustada, y, puesta a reconocer defectos, solo se encuentra alguna “laguna” donde los demás le encuentran el Mar Caspio, 

esta que piensa que la “humildad” debe ser el nombre de alguna isla perdida del Pacífico, y mantiene su ambición tan a salvo de sus continuos fracasos que a su muerte necesitará un doble ataúd, uno para su cuerpo y otro para su ego,

esta que ve opresiones por todas partes y ha insultado y escupido a la familia, la amistad, la patria, la iglesia, la escuela, los partidos, los sindicatos y toda asociación cuyos miembros superen la cifra de uno,

con tanta coherencia que ha terminado recluida en el desierto perfecto de un piso de Carabanchel, con tres gatos y una soledad en su caso muy merecida, dedicada a masturbarse y peinar sus rencores,

esta es la que se hace llamar Vanessa
y también maricrónica.


Todo es prejuicio: es el diablo el que te hace creer que tienes ideas


JUSTO ANOCHE sorprendí a otra idea mía en el mismo momento en que trataba de convertirse en convicción: 

—¿Adónde vas?
—Yo…, yo…
—¿Por qué en los últimos tiempos no te veo en el cerebro junto a tus demás compañeras? ¿Por qué te dedicas a hacer grupitos?
—No, no es cierto…
—¿Cómo que no es cierto? Ya solo haces amistades con ideas de tu cuerda, ya solo hablas con las más parecidas a ti, y se te ve murmurar por las esquinas señalando a otras y criticándolas ¿me lo niegas?
—Yo, yo…
—¡Ni yo ni nada! ¿Qué es lo que quieres? ¿Acabar en las drogas, convertida en una convicción? ¿Acabar en la cárcel, convertida en un prejuicio? Mira que así acaban todas las ideas cuando empiezan a creérselo. ¡Anda para el centro del cerebro, a hablar con todas! ¡Y estás castigada a leer a Montaigne todos los días durante las tres próximas semanas!


He visto flarios...


HE VISTO flarios, he visto gramias, he visto atruces, he visto gorriones averiados que llevaban una tirita en su quinta ala, caballos que corrían en el locodromo con una pata de repuesto en la boca, baobabs que estiraban los brazos dentro de una botella de ginebra, mi cerebro ama la curva y la máscara, mi cerebro cumple todos los días quince años y es una gacela, mi cerebro es un galgo que odia a su profesor y a su policía, odio a mi erudita, odio a mi moralista, odio a mi monja que siempre busca víctimas con una linterna, odio a mi robot buzo que mastica atlas y diccionarios, odio a los aguacates en serie, a los modelos de la belleza repetida, a las penúltimas moscas ahora gimnastas que vuelan con dorsal a la espalda, solo busco amapiedras, solo busco alogrifos, solo lugares hartos de ser lugares a los que Google Maps no haya llegado, solo animales susto que sean indetectables por los radares de Wikipedia pero es en vano, qué ganas de gritar tengo, ganas de gritar balabrof, ganas de gritar cadabul, ganas de gritar basta, basta de lobos de cartón aullando a lunas prematuras y cansadas, basta de números bien peinados cruzando la manoseada autopista de los mercaderes, solo quiero que respetéis la grandeza tierna de la noche mientras me dejáis estornudar despacio, solo quiero que calléis todos por un momento y que ninguna ventana se abra, no quiero guerras ni luces mientras me como esta naranja, callaos todos y respetad por favor a esta naranja mía, sin armadura y sin decibelios, esta naranja.