HACE UN tiempo, cuando me dio por ligar con algunas chicas de Instagram (ya lo dejĂ©, no me hacen ni caso), me sucediĂł que una de esas chicas, quizá con la que más hablaba, y que por cierto no era ninguna quasimoda, resultĂł que era ¡una periodista! que al de poco me pidiĂł una entrevista para una emisora universitaria en la que presentaba un programa. Llevo cuatro años sin dar entrevistas por razones que ya he explicado en largo, pero a esta accedĂ no sin decirle que yo lo que de verdad querĂa era conocerla. Pero cuál fue mi sorpresa cuando al de pocos dĂas me dijo:
–Tengo un problema.
–¿Cuál?
–Que tengo dudas sobre el tiempo que darte. HabĂa pensado en darte una hora, pero igual no tienes la suficiente chicha para llenar una hora. En ese caso, serĂa mejor media hora. ¡O te entrevisto y, segĂşn la chicha que tengas, luego recorto y hago el programa de una hora o de media hora!
Esto que me dijo la chica, como os podrĂ©is imaginar, no deberĂa molestar a nadie que sea una persona sana, sensata y humilde. Pero ocurre que yo no lo soy: en mi interior vive un amplio y variado nido de vĂboras. De modo que sentĂ ese comentario como una agresiĂłn. ÂżCĂłmo que yo “igual” no tengo suficiente chicha para llenar una hora de programa? Y aunque no contestĂ© en el momento, porque todos mis ataques de ego no me suceden en el momento sino siempre horas o dĂas más tarde, a la noche siguiente le mandĂ© un mensaje cancelando la entrevista y dándole la primera excusa patĂ©tica y mentirosa que me encontrĂ©. TambiĂ©n dejĂ©, a partir de ahĂ, de hablar con ella por Instagram porque, como ya habrĂ©is sospechado, el interĂ©s que tengo por las chicas es mucho menor que el que tengo por mĂ.
Calculo que este fue mi ataque de ego nÂş 2756. He tenido tantos que de vez en cuando me paso una tarde entera recordando todos y desternillándome, pues pocas cosas me hacen reĂr más que la clase de personajillo que soy. La chica-periodista no cometiĂł ningĂşn error al tratarme como a un simple grafitero de cubos de basura que además tiene un blog donde cuelga sus odios y rencores, porque eso es lo que soy si lo pienso un poco, pero sucede que a un escritor de mi tipo no hay que tratarle como lo que es, sino como lo que cree que es o sueña que será. La chica me mandĂł despuĂ©s una serie de mensajes de auxilio en los que advertĂ que ni siquiera se habĂa dado cuenta de cuál era el motivo de todo, lo que me hizo sentir un poco gilipollas, pero solo durante poco tiempo, porque enseguida volvĂ a mi choza para brindar por mĂ con una lata de cerveza: ¡Viva yo y olvido perenne para todos los que se atreven a despeinar mi ego!